Hemos pasado las primeras fiebres que nos hablaban de forma sistemática del “retorno a la normalidad”, de “cuándo volverán a ser las cosas como eran antes”, de calificar la etapa que estamos viviendo como “nueva normalidad” y que ocuparon los primeros meses de esta lamentable situación y que todavía todos seguimos sufriendo.
Superada esa primera etapa de asimilación, y teniendo en cuenta las dificultades políticas, sanitarias, médicas, biológicas, clínicas, ambientales, sociológicas y motivacionales con las que a diario estamos todos lidiando, cada vez encontramos más voces cercanas y/o autorizadas que nos hablan de comenzar un proceso de reflexión acerca de los retos que tenemos por delante y de las posibilidades que se nos ofrecen de ser, vivir y trabajar de diferente manera, para muchos sectores, industrias y compañías.
Ante la crisis y los retos profesionales y personales se pueden adoptar diferentes actitudes: ser el primero, liderar, seguir al que lidere, actuar con cautela, “retirarse a los cuarteles de invierno” como obraba Julio César en “La Guerra de las Galias”. Los tiempos actuales, la tecnología, la inmediatez de todo y las sensaciones falsas o reales de urgencia hacen que la cautela pueda trocarse, mal gestionada, en perder oportunidades. Hay que buscar un equilibrio entre la prisa y el exceso de prudencia, un punto intermedio entre la improvisación y el trabajo académico, una provechosa zona gris entre el riesgo máximo y las ganancias nulas.
En estos tiempos que nos ha tocado vivir, el inmovilista siempre podrá ser más fácilmente criticado que el que tome decisiones, aunque devenguen en fracasos, pero que, por haber actuado con rapidez podrán corregirse, en un entorno siempre cambiante, siempre dinámico y siempre difícil de mutarse en previsible en el conjunto de sus variables definitorias.
Desde una perspectiva de Recursos Humanos, hay muchos y muy jugosos desafíos por delante en el que ya algunas compañías están posicionándose. Este posicionamiento define su modo de actuar, su cultura corporativa, su imagen de marca, su relación con sus empleados, su aspiración más o menos paternalista, su orientación más o menos ambiciosa, en espacios como los siguientes:
Éstas y otras tantas cuestiones son las que los líderes de las corporaciones nacionales y multinacionales están esforzándose en responder, en entender, en asimilar, en analizar. Y, una cosa hay cierta, por encima de las incertidumbres de nuestro tiempo y de las certezas que vamos poco a poco confirmando, y es que: no hay tiempo que perder.
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